Hasta antesdeayer, como quien dice, el sector teatral al completo estaba inmerso en el proceso de presentación de proyectos para las ayudas europeas. Algunos aún lo están, pues queda todavía dinero que repartir a las infraestructuras. Y eso sin olvidar a los pobres funcionarios, que llevan convocatoria tras convocatoria, cada vez más desbordados en el incómodo mundo de la resolución de expedientes ¿Son útiles estas ayudas?¿Para quién y para quién no?
Hay que empezar por decir que estas ayudas europeas venían muy condicionadas, con unas líneas del intervención muy claras y sujetas al nuevo mantra de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El problema de estos objetivos, es que, aunque se reconoce que la Cultura está presente de un modo «transversal» en todos ellos, lo cierto es que ninguno habla concretamente de Cultura y ,en lenguaje político, la transversalidad rara vez lleva aparejada una dotación económica específica. Por lo tanto, la cultura vuelve a concebirse como un medio, más que como un fin, en esa implantación de la agenda 2030. En este caso, las líneas de intervención tenían que ver con la digitalización, la transición ecológica, la creación de empleo y la dinamización y vertebración de sectores empresariales con un impulso a la internacionalización.
¿Cómo se traduce eso en nuestro caso? Antes de entrar en el análisis concreto, conviene dividir a los beneficiarios entre infraestructuras (espacios) y estructuras (compañías y proyectos) . Quizá la traducción sea más fácil para los espacios, que pueden renovar equipamiento técnico y de gestión, y pueden permitirse gastos que generalmente consumen recursos destinados a otras áreas. El caso de la transición de los focos de tungsteno a los de LED es un ejemplo, por más que no sé si la tecnología permite ya igualar las posibilidades artísticas del LED a su equivalente en los focos tradicionales.

En el caso de las compañías, la traducción es más difícil. Y lo es porque las líneas de intervención de las ayudas, que no dejan de recibirse con agrado, no inciden en ninguno de los males estructurales del sector, y por tanto no dejan de ser un parche más o menos bienintencionado. Los subvenciones no vienen, a mi entender, a solucionar ni la sobreproducción (o falta de público), ni la falta de fondos para la contratación (vamos a volver a esquemas de la crisis de 2008 con recortes importantes en las partidas para la Cultura), ni la atomización y falta de recursos de las estructuras. La transición ecológica de las compañías pasa por muchos procesos, pero en el caso del transporte, que podría constituir la mayor huella ecológica de las compañías, el mercado automovilístico no está aún suficientemente maduro para ser no ya rentable, sino medianamente operativo. El reciclaje de escenografías requeriría una inversión en un cambio de mentalidad que hoy por hoy tampoco es percibido como primordial, cuando las compañías han salido muy perjudicadas de una crisis de 2008 de la que aún no se habían recuperado y una pandemia que ha producido en el mercado distorsiones que estas ayudas no vienen a paliar.
En cuanto a lo digital, no he visto aún ningún estudio que acredite su utilidad y la existencia de una bolsa de demanda lo suficientemente potente como para generar un mercado en torno al teatro digital. La pandemia puede haber recurrido al teatro digital como paliativo en tiempos de encierro, pero más allá de esa circunstancia puntual el teatro digital no ha calado en la vida del consumidor teatral medio y si ha funcionado ha sido principalmente por su falta de regulación efectiva. Y sin embargo, estamos todos pensando en generar proyectos en torno a este tipo de propuestas para acceder a un dinero que además nos permita cubrir otras carencias. Más allá de los equipos informáticos y el software de gestión, muy poco relevante para la supervivencia de las micropymes, creo que la implantación de la digitalización es residual. Y con la precarización rampante que vive el sector, que las ayudas vayan a impulsar la digitalización es como regalarle un ordenador a alguien que lleva una semana sin comer.
Creo además, que el INAEM está perdiendo una posibilidad de liderar cambios realmente significativos en el sector y que necesitan de una perspectiva amplia. ¿No podría usarse ese dinero para que desde el INAEM se generara una base nacional de datos para que las compañías pudieran colgar allí los documentos que nos reclaman en todas las redes y las administraciones pudieran acceder a ellas facilitando el día a día de las compañías y reduciendo la burocratización del sector? ¿No podría asumir el INAEM el liderazgo en la accesibilidad de los espectáculos y abrir una bolsa de espectadores que están insuficientemente atendidos en el teatro por la falta de medios de las compañías? Son sólo dos propuestas concretas para dar uso a ese dinero, puesto que el año que viene estas ayudas se volverán a convocar y deben generar utilidad a las necesidades estructurales del sector. Y es hora de que las administraciones empiecen a hablar más el lenguaje de nuestras necesidades y que nos encontremos a medio camino, y no que tengamos que torcer las ayudas para hacerlas encajar en nuestras necesidades, perpetuando una disonancia perversa entre lo que necesitamos y lo que se nos ofrece.
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Qué bien lo cuentas. Muchas gracias.