Como es la última entrada del blog en esta temporada, me voy a permitir un tono algo más personal. Nos hemos pasado la mitad del confinamiento pensando qué iba a cambiar después. El parón ha significado un balón de oxígeno para el medio ambiente y nos ha permitido reflexionar sobre los usos y costumbres del capitalismo del siglo XXI. Ya sé que nada cambia tan pronto, pero sorprende comprobar la velocidad con la que, levantado el estado de alarma, nos hemos desvivido por recuperar nuestras posiciones en la vieja normalidad, no sea que la nueva tarde en llegar: programaciones de redes en tiempo récord, vuelta al «qué hay de lo mío», dependencia de las subvenciones, políticas de corto alcance…
Cuentan de un sabio persa que cuando sus discípulos le preguntaron cómo deshacerse de sus defectos, les guió a las afueras de la ciudad y ordenó a 3 de sus discípulos que arrancaran una flor, un arbusto y un árbol: El de la flor lo logró apenas sin inmutarse, el del arbusto tuvo que esforzarse un poco, y el del árbol, por más fuerza que puso, fracasó en su intento. Cuando los defectos no están bien arraigados, es fácil arrancarlos, pero si echan raíces hace falta un gran esfuerzo, concluyó el maestro.

Viene esta historia al caso porque nuestro sector funciona con ciertas inercias que se dan por inevitables: «No podemos vivir sin la subvención»»Los actores (y actrices) tienen que compatibilizar y hacer otras cosas para poder vivir» «A mi público no le interesa»… y porque sin embargo en esta pandemia el sector se ha unido para reclamar medidas conjuntas, dispuesto a ceder para conseguir beneficios sectoriales por encima de los particulares, cosa que no es muy común. 63 asociaciones han firmado un escrito conjunto, se han establecido foros donde programadores, políticos, técnicos y compañías pueden debatir sobre el sector, municipios que reclaman el valor estratégico de la cultura… Es cierto que nos hemos dejado muchos pelos en la gatera, que los técnicos no están atendidos, que los créditos puestos en marcha no llegan a las compañías pequeñas sin capacidad de endeudarse, etc
Pero hay que responder a las preguntas como sector, sin que cada uno vuelva a la inercia de mirar principalmente por lo suyo: ¿podemos volver a generalizar el pago de ensayos?¿Vamos a ser capaces de incorporar a los creadores al sistema?¿Por qué los concursos se hacen tan mal que damos la razón a sus detractores?¿No se le puede sacar más partido al programa Platea?¿Merece la pena conservarlo?¿Es necesaria la multiprogramación para la supervivencia del los espacios a pesar del daño que produce en el tejido cultural?
A las antiguas inercias se van a incorporar nuevos desafíos derivados de una situación económica comprometida Vamos a necesitar defender los presupuestos culturales que ya se están derivando «a otros usos», las programaciones de riesgo, espacios para la creación contemporánea, y sobre todo, convencer al público para que vuelva a encontrarse con nosotros en espacios cerrados, y eso va a exigir lo mejor de cada uno. Por eso me atrevo a invitaros a trabajar para el sector en su conjunto, y a no perder los ideales en la carrera por situarnos en un pasado que en el mejor de los casos nos permitió sobrevivir, y no a todos
Cualquier ecologista sabe que si se conserva la biodiversidad, es más fácil que sobrevivan las especies. Si nos centramos en nuestra supervivencia sin vigilar los desafíos sectoriales que nos afectan de manera transversal, nuestra desaparición será solo cuestión de tiempo.