DINERO Y CULTURA: LA QUE SE AVECINA

In Cultura, Financiación, Gestión cultural, Política cultural, Sin categoría by javierdeyorkLeave a Comment

En el centenario de Berlanga, los Fondos Europeos para la recuperación de la maltrecha economía mundial se han convertido en algo parecido a la llegada de Mr Marshall a Villar Del Río. La Cultura, como el resto de sectores, cifra también en esa lluvia de millones sus esperanzas de futuro. En marzo, en el Cercle de Barcelona, 4 representantes de la Administración (local, autonómica, nacional y europea) concluían que «los esperados fondos europeos para la recuperación pospandemia deben servir para resolver los eternos déficits estructurales del sector de la cultura» según recogía para el New Barcelona Post Xavi Casinos. La pandemia ha dejado en evidencia que el sector es demasiado frágil, demasiado atomizado, y que sufre de una regulación que no tiene en cuenta sus características específicas. Durante el confinamiento, el sector se unió para generar una lista de 52 medidas para proteger la cultura y, posteriormente, de cara a Mercartes, que finalmente tendrá lugar en noviembre, la Declaración Mercartes, una hoja de ruta de 16 medidas para la recuperación de la Cultura firmada por 80 asociaciones y más de 300 empresas.

Pues bien, por fin ha llegado la propuesta del Ministerio, y como en la película citada, parece que los millones pasan de largo. 525 de 70000 millones, como recogen con cierta falta de entusiasmo todos los medios, desde ABC hasta eldiario.es , quien además advierte la falta de personal y de directrices en el propio Ministerio de Cultura para gestionar las ayudas. Pilar Almansa, en GODOT ofrece un análisis de los datos que tampoco invita al optimismo.

Se lean como se lean los datos, lo cierto es que el anuncio implica una primera derrota de la Cultura, que aspiraba a que el reparto de fondos equiparara como mínimo la aportación del sector al PIB (aproximadamente un 3,6%) y se ha quedado en un lejano 0’7%. Es cierto que el Ministerio invita a la Cultura a complementar sus ingresos sumándose a los fondos para la recuperación de las pymes y el turismo, pero aún así el mensaje es evidente: las prioridades son otras. La líneas maestras del reparto van a intentar modernizar el sector, pero nada indica que vayan a abordar sus problemas estructurales. Digitalización, equidad, sostenibilidad ambiental e internacionalización son los pilares en torno a los cuales giran la mayoría de las propuestas, aunque las palabras «competitividad» y «dinamización» también han formado parte del discurso sin que haya llegado a concretarse ni siquiera si las ayudas empezarán a distribuirse en el tercer o cuarto trimestre de este año.

Paralelamente, el PNV ha reclamado en el Congreso la tramitación del Estatuto del Artista en un plazo de tres meses a través de una Proposición No de Ley que quiere convertir en realidad la buenas intenciones recogidas por todos los partidos cuando se aprobó la propuesta en junio de 2018. Quizá estas medidas puedan por lo menos paliar a través de una mejor tributación o de un acceso más fácil a los subsidios de desempleo la agónica situación en que se encuentran muchos artistas. También en el Congreso se ha hablado de la Ley de Mecenazgo, pero parece que la cosa va para largo y que se sigue apoyando más el micromecenazgo que las desgravaciones que hagan que a las grandes empresas les interese apoyar efectivamente la Cultura.

Mientras todo esto sucede, los presupuestos empiezan a poner en peligro la viabilidad de proyectos culturales de largo alcance. La Comunidad de Madrid ya ha anunciado recortes a proyectos como el Festival de Otoño (200.000 euros) y Madferia, a la que ha recortado un 40% de su asignación, comprometiendo su realización. No es la única. La Junta de Castilla y León ha recortado en un 85% sus aportaciones al Festival Titirimundi y al Hay Festival, el alcalde de Orense sigue en su esperpéntica pelea contra la cultura y sus representantes, y suma y sigue.

El sector necesita mantener la unidad y consensuar un plan urgente para evitar la caída de las aportaciones, y reconducir los fondos a propuestas que generen cambios significativos, y no soluciones cosméticas hasta la vuelta a una mal llamada «normalidad» cuyos fallos estructurales se han visto potenciados en pandemia, pero que están interesadamente enquistados en el sector. Mercartes es en noviembre. Hasta entonces, es importante que sepamos que los fondos europeos, como los americanos en la película de Berlanga, no son la solución que esperábamos. Hay que trabajar en una alternativa, o volver a una versión más precaria todavía de lo que teníamos antes.

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