De la situación especialmente precaria a la que se enfrenta la Cultura, emerge una circunstancia enormemente positiva: el documento de 52 medidas presentado al Ministerio por multitud de asociaciones que, a pesar de tener necesidades particulares y problemas muy específicos, han decidido aunar fuerzas y presentar un documento único, que engloba muchas de las peticiones comunes y algunas de las relevantes para las asociaciones firmantes
Más allá del documento en sí, el hecho de que la infinita diversidad cultural de un país como el nuestro se una para crear un frente común, establece un hito de un valor extraordinario. Así se han conseguido logros antes impensables, como el Estatuto del Artista.
En el sector hay representadas muchas ideologías diferentes, y esa diversidad ha jugado muchas veces en su contra generando enfrentamientos falsos (comercial frente a alternativo, empresas contra creadores, público contra privado, profesional contra amateur…) que lastran el funcionamiento de la Cultura dividiéndola en compartimentos estanco que son fácilmente manejados para mantener el status quo en el que, en palabras de Lampedusa «cambia todo para que nada cambie»
Justo antes de cualquier triunfo, suele producirse el efecto «dilema del prisionero». Para quienes no lo conozcan, su enunciado más conocido es este: «La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa, queda libre y su cómplice será condenado a la pena de diez años. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor». Aunque lo mejor para para los dos es confiar en el otro y cumplir un año, el miedo o la posibilidad de sacar algo más puede inclinar la balanza por una solución parcial que perjudique al otro y al conjunto.
Las administraciones han usado este divide y vencerás cuantas veces ha podido, porque además, en un sector atomizado y precario como el nuestro, las posibilidades de éxito se multiplican. Se ponen en contacto con una parte, provocan la desunión y esperan a que se descubra la jugada y nos dediquemos a culparnos por lo no obtenido, tirándonos unos a otros los trastos a la cabeza mientras las administraciones escurren el bulto y aprovechan esa misma desunión para justificar la imposibilidad de acometer medidas, algo especialmente fácil cuando no está nada claro que la sociedad entienda por qué hay que invertir dinero en Cultura.
Viene esto al caso porque sabemos que no va a llover a gusto de todos, que las medidas no van a cubrir las expectativas de cada uno y que siempre parecerá o convendrá que parezca que una parte ha obtenido más que el resto. En este contexto de unidad del sector, unidad forzada por la amenaza de una reconversión que nos pilla sin habernos recuperado de la crisis anterior, es conveniente mantenerse juntos y reconocer en la unión la mejor tabla de salvación para todos, porque unidos, con el tiempo, podremos lograr medidas mejores y más duraderas, mientras que la experiencia nos enseña que los cantos de sirena tienen una caducidad muy corta y generan disensiones eternas